La muy necesaria y muchas veces odiada ansiedad, es una emoción necesario e imprescindible para nuestra supervivencia. Ésta nos prepara para el futuro y nos advierte de potenciales amenazas que podrían ocurrir. Como consecuencia de una mala gestión de esta emoción, es posible que una persona experimente ataques de ansiedad recurrentes que, dependiendo de su gravedad, pueden afectar significativamente su vida diaria.
Por lo que en este blog, vamos a aprender, qué es un ataque de ansiedad y cómo reconocer si estás sufriendo uno.
Cómo identificar un ataque de ansiedad: los síntomas
Entre los síntomas psicológicos de un ataque de ansiedad se incluyen:
- Sensación de muerte inminente
- Miedo intenso
- Angustia
- Sentirse atrapado
- Pánico
- Preocupación excesiva
- Desrealización
- Inquietud
Síntomas físicos de los ataques de ansiedad
Los ataques de ansiedad generan una intensa sensación de peligro y provocan síntomas físicos y psicosomáticos. Estos están relacionados con una reacción de alarma evolutiva que nos preparaba para luchar o huir.
Los ataques de ansiedad pueden causar sensaciones como dificultad para respirar, sensación de asfixia, así como:
- Tensión muscular y temblores
- Sofocos y escalofríos
- Náuseas, vómitos, diarrea u otros problemas estomacales
- Mareos o sensación de aturdimiento
- Taquicardia
- Sudoración diurna o nocturna
- Sensación de confusión mental, distracción y dificultad para concentrarse
- Problemas de memoria
- Sequedad bucal
- Hormigueo en las extremidades distales (manos y pies)
Duración de un ataque de ansiedad
Sufrir ataques de ansiedad puede afectar el comportamiento de una persona, provocando:
- Sensación de impotencia
- Evitación de situaciones temidas
- Aislamiento social
- Disminución en el rendimiento académico o laboral
- Pérdida de autonomía
Existe un vínculo entre las crisis de ansiedad y la agorafobia, es decir, el miedo intenso a estar en lugares o situaciones donde podría ser difícil recibir ayuda inmediata. También se puede encontrar una correlación entre los ataques de ansiedad y la depresión, debido a las consecuencias mencionadas anteriormente. En casos extremos, la sensación de impotencia ante la incertidumbre puede llevar a una depresión reactiva.
La duración de un ataque de ansiedad no se puede generalizar, ya que la intensidad, duración y frecuencia varían según la persona y las causas subyacentes.
Causas de los ataques de ansiedad
Los ataques de ansiedad pueden tener múltiples orígenes que varían de una persona a otra. Factores genéticos y biológicos juegan un papel crucial, donde la vulnerabilidad genética y los desequilibrios químicos en neurotransmisores como la serotonina y la norepinefrina pueden aumentar la susceptibilidad a la ansiedad. Si hay antecedentes familiares de trastornos de ansiedad, el riesgo es mayor.
Las experiencias traumáticas y el estrés prolongado son factores psicológicos significativos. Eventos como accidentes, abusos o la pérdida de un ser querido pueden desencadenar ataques de ansiedad. Además, formas de pensar desadaptativas, como pensamientos negativos recurrentes y patrones de pensamiento distorsionados, también contribuyen a estos episodios.
El entorno en el que una persona crece y vive puede influir en la aparición de ataques de ansiedad. Un ambiente familiar tenso durante la infancia o eventos estresantes significativos como mudanzas o divorcios pueden ser factores desencadenantes. Asimismo, la presión social y el aislamiento social pueden aumentar el riesgo de sufrir ansiedad. Las expectativas de éxito y la falta de apoyo social son elementos que pueden agravar esta condición.
Problemas de salud, como enfermedades crónicas y desequilibrios hormonales, también pueden contribuir a la ansiedad. Además, el uso de ciertos medicamentos, drogas recreativas o la abstinencia de sustancias pueden desencadenar ataques de ansiedad.
Qué hacer en caso de un ataque de ansiedad
Cuando experimentes un ataque de ansiedad, lo primero que debes intentar es restablecer tu respiración. La respiración profunda y controlada puede ayudarte a calmarte. Intenta inhalar lentamente por la nariz, dejando que tu abdomen se expanda, y exhala suavemente por la boca. Esta técnica ayuda a reducir la respuesta de lucha o huida y a calmar tu sistema nervioso.
Es importante identificar qué pudo haber desencadenado tu ataque de ansiedad. Pregúntate a ti mismo qué pensamientos o situaciones estaban presentes antes de que comenzara el ataque. Entender la causa puede ayudarte a manejar mejor la situación en el futuro.
Si es posible, aléjate del entorno que te provoca ansiedad. Encuentra un lugar tranquilo donde te sientas seguro/a. Escuchar ruido blanco, como el sonido de las olas del mar, puede ser relajante y ayudarte a reconectar contigo mismo y con la naturaleza.
Hablar con alguien en quien confíes puede proporcionarte gran alivio durante un ataque de ansiedad. Compartir tus sentimientos y recibir apoyo emocional te ayudará a sentirte menos solo y más comprendido.
El autocuidado diario es clave para prevenir ataques de ansiedad. Mantén una rutina de sueño saludable, haz ejercicio regularmente, lleva una dieta equilibrada y practica actividades que disfrutes y te relajen.
Si los ataques de ansiedad son frecuentes y severos, es importante buscar ayuda profesional. Un psicólogo/a puede trabajar contigo para identificar las causas subyacentes de tu ansiedad y desarrollar estrategias de manejo. En algunos casos, puede ser necesario un tratamiento farmacológico para controlar los síntomas.